Cuando murió su hija más pequeña, la mujer se fue a vivir al cementerio. Todas las tardes, al crepúsculo, esparcía semillas sobre la tumba: para que bajaran los pajaritos a cantarle su canción de cuna.
Cuando murió su hija más pequeña, la mujer se fue a vivir al cementerio. Todas las tardes, al crepúsculo, esparcía semillas sobre la tumba: para que bajaran los pajaritos a cantarle su canción de cuna.